Por: Erika Salinas
La construcción social que ha generado el sistema en el que vivimos, está legitimada por las instituciones con las cuales convivimos diariamente y son quienes han perpetuado desde formas muy simbólicas y literales las diferencias de los sexos, en desigualdades sociales.
Ha sido entonces una lucha constante de las mujeres lograr legitimar su participación en el espacio público, para poder salir de la invisibilidad que le genera la falta de reconocimiento del espacio privado, sin poder aún cambiar en esencia las relaciones de poder, un ejemplo claro es que en la actualidad, un tema de agenda es la conciliación del trabajo- familia de las mujeres, sin tener impactos concretos, sino solo se les ha duplicado el trabajo.
En diferentes momentos en los que se ha podido considerar un avance de las mujeres, está detrás un cuestionamiento si se trata de un avance real, o si el sistema las utiliza para ocuparse de todo lo que al patriarcado ya no le interesa o que además destruye, llámese desde participación política, a la que con sus prácticas han desprestigiado, hasta temas de sustentabilidad, que si bien es una cuestión de la que las mujeres se han encargado sobre todo en las comunidades y zonas rurales; el medio ambiente desde siempre ha sido afectado por la sobreexplotación de los recursos y por la ambición desmedida de unos cuantos.
Queda entonces la reflexión sobre cuánto tiempo más tendría que pasar, o qué es lo que se tiene que generar para que las mujeres encuentren su propio espacio personal y colectivo sin necesidad de tener incluirnos en los poderes e instituciones y en si del sistema que conocemos y en el que nos hemos relacionado y tratar de vivir con otros valores y consciencia. Situación que en sí misma parece utópico al tiempo que no conocemos de momento otra forma de vida sino, solo hemos aprendido la que nos ha enseñado el sistema patriarcal.